
Cuenta la leyenda, que un señor una vez, estaba haciendo un experimento. Era un hombre de pocas palabras, osco, medio malhumorado. Tal vez todo eso era un escudo para cubrir su gran timidez. En el fondo era un gran hombre, humilde y bueno.
Sentado en su vieja silla de algarrobo, un poco gastada, que acompañaba con un rojo y mullido almohadon de pana, miraba por un microscopio, investigaba, miraba distintos preparados, imaginaba una vida dentro de esos simples microorganismos... Se aburria y cambiaba a otro preparado.
Cansado ya, caia la tarde, eran aproximadamente las 7 y media de un dia de verano en la vieja Basilea, donde el sol posaba suavemente sobre los arbustos durmientes del horizonte. Tomó su bicicleta, y marcho lentamente a su casa, por la vieja calle. Las flores crecian en los bordes de la acera, dando un aspecto primaveral al paisaje, colorido, muy alegre.
Al llegar a su casa, se pone comodo, toma una taza de cafe y se dirige a su escritorio a escribir las hipotesis, ideas y fantasias que se le cruzaban por la cabeza durante su dia laboral. Tenia algo entre manos, pero no sabia que, entonce escribio "Siento que tengo algo muy cerca, pero no se que es. Me esta quitando el sueño, necesito encontrarlo". Asi finalizó. Cerro su cuaderno, se quito sus lentes de marco metalico y se retiro a dormir.
A la mañana siguiente, Albert, se dirige con su bicicleta, nuevamente hacia el laboratorio donde trabajaba. Miró sus microorganismos, vio sus evoluciones, estudio todas las variables y se sintio feliz. Habia hecho un curioso descubrimiento. Al llegar a su casa, escribio en su cuaderno
"Lo que hice hoy, fue una de las dos o tres cosas más importantes que he hecho en la vida".
Se reclino sobre su silla, se quito los lentes, cerro los ojos, y sonrió. No quizo volver a tener contacto con su descubrimiento, porque tenia miedo de que no sucediera otra vez, asi que lo guardo en un cajon de su barroco escritorio.
Pasaron los años, hasta que durante una tarde de abril, su cabeza elucumbraba sobre todos sus investigaciones, y le volvio a llamar la atencion, aquel viejo experimiento, ese descubrimiento raro, esa cosa importante que hizo en la vida. Lo volvió a hacer. Pero esta vez, algo no salio como lo planeado. Albert se sintio algo mareado, raro... una sensacion nunca antes experimentada por aquel joven erudito... Se retiro a su casa, descanso y a la mañana siguiente escribio
"me vi forzado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y dirigirme a casa, encontrándome afectado por una notable inquietud, combinada con cierto mareo. En casa me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación no-desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada. En un estado parecido al del sueño, con los ojos cerrados (encontraba la luz del día desagradablemente deslumbrante), percibí un flujo ininterrumpido de dibujos fantásticos, formas extraordinarias con intensos despliegues caleidoscópicos. Esta condición se desvaneció dos horas después".
Se sintio atraido por esa experiencia nueva, y quizo volver a experimentarla... 3 dias después.
Esta vez no fue algo accidental, sino que fue premeditada, y volvio a experimentar.
Tuvo un viaje hasta su casa, que en 10 minutos, duro 6 horas, vio las flores que lo rodeaban mucho mas alegres, sonrientes y felices, ese ocaso en el horizonte, era el mejor que habia visto, y esa vieja calle, no era una simple calle, sino se convertia en una autopista, donde todo se juntaba en un punto, que florecia con un vivido colorido, digno de un caleidoscopio. Llego a su casa, pero esta no era la mismaa que siempre, esta tomo vida, sus paredes se movian, hablaban, se derretian y volvian a construir, anonadado, pidio un vaso de leche y se recosto en el sillon. Cerro los ojos y las formas de la oscuridad se tornaron en imagenes nunca antes vistas por el hombre, en Dioses hindues, elefantes, colores, formas figuras, se sentia atraido por todo eso, pero aterrado a la vez, como si fuera una pesadilla, como un vortice que amenazaba con absorverlo hacia la nada misma, y al mismo tiempo al mas allá, a una dimension jamas explorada.
El mal trago paso, y se convirtio en una suave sensacion de gratitud, y pudo apreciar y gozar de esas fromas y esos colores que se convirtieron en un eden, donde el experimento la felicidad plena.
Nunca habia pensado que ese dia, tal vez, habia decubierto cierto eden, que como todo, contiene su manzana, pero siempre hay que saber contenerse, para disfrutar de esos pequeños regalos, de ese eden, jugando con la manzana, pero nunca mordiendola.
In Memoriam A.H